Hace dos años, nuestro mejor amigo se fue a vivir a un pueblecito de la Serranía de Cuenca. Pensábamos que quizás no tardaría mucho en aburrirse y volver al ajetreo de la ciudad, pero muy al contrario, cada vez está más decidido a quedarse a vivir allí. Y nosotros, después de ir a pasar unos días con él, no sólo lo entendemos perfectamente, sino que haríamos lo mismo si pudiésemos.
Su pueblecito se llama Huélamo y tiene las vistas más bonitas de toda la Serranía de Cuenca, porque está situado en la ladera de la montaña, en lugar de en el valle como el resto de pueblos de la zona. Nosotros nos alojamos en una casita rural, Los Ayales, que tiene una terraza preciosa con vistas al valle.
Huélamo tiene muy pocos habitantes y solamente un niño (de apenas un año), por lo que el parque del pueblo está un poco abandonado y la hierba te llega hasta la rodilla (aunque tiene cierto encanto, todo sea dicho).
Es un pueblecito muy tranquilo, rodeado de prados verdes y margaritas silvestres. Y precisamente en uno de esos prados llenos de margaritas, junto a un río, decidimos hacer un pequeño picnic.
Nos llevamos una cesta de picnic de Fortnum and Mason que me regalaron mis amigas por mi cumpleaños y algunas tablas de madera para servir la comida.
Como a mi amigo Néstor le encantan los embutidos y quesos nos llevamos una cajita de productos de Original Taste y preparamos rebanadas de pan con cecina de León, secallona catalana (tipo fuet), chorizo de León (ya sabéis que soy medio leonesa y tengo debilidad por él) y algunos tomates para restregar en el pan.
También un queso curado de oveja riquísimo y mermelada de frambuesa para acompañarlo. Además de aceitunas variadas y unas almendras especiadas, que estaban deliciosas (Scheherazade's almonds).
Para beber llevamos agua con limón y vino tinto. Y de postre, rodajas de sandía en forma de polo.
Simplemente hay que cortar la sandía en triángulos y hacer un pequeño corte en la base para meter el palo de madera. Es facilísimo y a los niños les encanta.
Después del picnic nos acercamos al Pantano de la Toba, un precioso y enorme lago azul rodeado de hierba verde, que me pareció el paraíso.
No pudimos bañarnos porque no llevábamos toallas ni bañadores, pero nos habríamos lanzado al agua sin dudarlo.
El sitio era incluso mejor que una playa, porque en las orillas había césped en lugar de arena.
Otro de los sitios que pudimos ver fue la Laguna de Uña, un lugar espectacular para visitar al atardecer.
Con los reflejos de las montañas sobre el agua, las sombras alargadas en el embarcadero y los últimos rayos de sol escapándose entre las nubes.
Miranda se lo pasó pipa lanzando piedrecitas al lago.
Y alucinó con los ciervos y gamos que vimos por el camino.
La pobre se mareaba mucho con las curvas de la carretera, así que no pudimos hacer demasiadas excursiones y nos quedamos con ganas de ver los Callejones de Las Majadas y quizás también el nacimiento del río Cuervo (por si tenéis ocasión de ir).
El resto del tiempo estuvimos paseando por Huélamo y disfrutando de su paz y sus asombrosas vistas. Un fin de semana de desconexión y tranquilidad que nos hacía mucha falta.
Y con este resumen de nuestra escapada a la Serranía de Cuenca, que os recomiendo visitar, me despido hasta después del verano. Espero que paséis unas fantásticas vacaciones. ¡Nos vemos a la vuelta!
¡Feliz verano!