Hoy quería contaros cómo fueron nuestras vacaciones de este verano en la Sierra de Tramuntana (Mallorca). Así que, como cada año, he hecho una selección de las diez cosas que más nos han gustado de este viaje, que además ha sido el primero que hemos realizado con Miranda.
Pero antes de empezar con esta clásica lista quiero dar las gracias a Rocío, del blog
"Let it be cosy", y a Aguamarina, del blog "De mi casa al mundo", por sus valiosas
recomendaciones previas al viaje, que nos sirvieron de mucha ayuda para
planificarnos y decidir los sitios que queríamos visitar. No pudimos ver y probar todos los lugares
que nos recomendaron por falta de tiempo, pero me los
guardo para una próxima visita a la isla. ¡Muchas gracias, chicas!
1. Las
vistas desde nuestro apartamento
Al
ser nuestro primer viaje con Miranda no tenía muy claro si íbamos a poder hacer
muchas excursiones o si, por el contrario, tendríamos que pasar mucho tiempo en
casa. Por eso, decidimos que el apartamento que alquiláramos debía tener unas bonitas vistas y estar en un pueblecito con encanto,
además de resultarnos cómodo y seguro para Miranda (nada de escaleras, piscinas o zonas peligrosas).
Después de mucho mirar,
alquilamos este apartamento en Fornalutx a través de AirBnb. Está situado en la plaza del pueblo,
dentro de una antigua casa con un precioso patio interior y vistas de la
Tramuntana desde la terraza (compartida con los otros tres apartamentos que
componen la casa).
La terraza estaba casi siempre vacía así que pudimos disfrutar
de tranquilos desayunos en ella, algunos incluso con dulces típicos de la zona.
2. El
mejor desayuno el mundo
Ya
os expliqué con detalle en este post en qué consistió nuestro desayuno en el
Hotel Hospes Maricel, que consiguió el galardón hace unos años de “mejor
desayuno del mundo”.
Fue una experiencia fantástica en la que pudimos disfrutar de
las preciosas vistas de la Bahía de Palma mientras degustábamos una gran
variedad de deliciosos platos, tanto dulces como salados.
3. Nuestro
pueblecito: Fornalutx
Creo
que escogimos muy bien el pueblo donde nos alojamos. Fornalutx es un pueblecito
pequeño con el encanto típico de los pueblos montañosos de la Sierra de
Tramuntana pero, a pesar de la época estival, no estaba nada masificado ni era
especialmente turístico, a diferencia de otros pueblos de la zona que visitamos
y que estaban abarrotados (muchos de ellos por coincidir con sus fiestas patronales).
Nos encantó pasear por las callejuelas de Fornalutx y Miranda disfrutó mucho subiendo y bajando
sus interminables escaleras de piedra, como os enseñé aquí.
Y sobre todo, nos gustó la tranquilidad del ambiente y
la belleza del paisaje que rodea todo el pueblo.
4. El encanto de los
pueblos de la sierra
No
pudimos hacer demasiadas excursiones en coche por la sierra porque Miranda se mareaba con las curvas (la pobre vomitó dos veces), pero sí que pudimos visitar algunos de los pueblos más bonitos de la Sierra de Tramuntana, como Valldemossa, Deià y Sóller.
Deià nos pareció un pueblecito precioso en medio de la montaña, lleno de lugares encantadores, restaurantes decorados con enredaderas y magníficas vistas al valle.
Valldemossa estaba en fiestas cuando lo visitamos y el centro del pueblo estaba abarrotado de gente, así que aprovechamos para impregnarnos del ambiente festivo, pero también para perdernos por sus preciosas callejuelas de piedra y encontrar algunos bonitos y apacibles rincones.
5. Las
playas
Nosotros no
somos muy de playa, pero
sí que nos apetecía visitar alguna con Miranda, así que fuimos a la playa del Port de Sóller, que es la única de arena que hay por esa zona (el resto son calas de roca, que no son muy recomendables para una niña tan pequeña).
Aprovechamos un viaje a Sóller para coger el tranvía desde allí hasta el puerto y disfrutar, de paso, de las preciosas vistas. Miranda no quiso ni tocar la arena, pero se echó una buena siesta bajo la sombrilla y después fuimos a dar un paseo por la dársena del puerto para enseñarle los barcos.
El día que visitamos Deià también fuimos de excursión a Cala Deià con Miranda subida a la mochila portabebés (era un poco peligroso dejarla caminar por ahí).
Es una cala preciosa llena de rocas, con pequeñas grutas en las paredes de la montaña y un chiringuito en el que pudimos sentarnos a tomar algo, disfrutando del sol y el mar azul intenso.
6. El
tren de Sóller
Ésta
fue una de las experiencias del viaje que más nos gustó. Se trata de un tren de
madera construido en 1912, que recorre la Sierra de Tramuntana desde Sóller hasta Palma.
El
recorrido dura aproximadamente una hora y es una maravilla.
Resulta muy cómodo para ir con niños y las vistas durante el viaje atravesando
la Tramuntana son increíbles.
El tren es, sin duda, mi medio de transporte
favorito y viajar en el tren de Sóller fue como hacer un viaje al pasado o estar dentro de
una película antigua. Os lo recomiendo si visitáis la zona.
7. La
comida típica
La gastronomía mallorquina es muy parecida a la que solemos degustar en la Comunidad Valenciana, con arroces, cocas, all i oli, pan con tomate... Por supuesto probamos la sobrasada en diferentes formatos, como en ensaimadas o en pizza combinada con miel y dátiles (riquísima), y también el típico pamboli, presente en todos los restaurantes de la zona. En Can Antuna, un restaurante muy conocido de Fornalutx, cenamos chuletillas de cordero (una carne típica en esa parte de la montaña) y también probamos el frito mallorquín.
En el Port de Sóller comimos, gracias a la recomendación de Aguamarina, un delicioso arroz de gamba roja en el restaurante Randemar.
Y en Palma visitamos un restaurante que nos encantó, Gaudeix, y que nos recomendó Rocío. Pedimos varias tapas, como
arroz negro, salmorejo con espuma de melón, foie caramelizado, pulpo, etc. Todo riquísimo.
8. Los
dulces mallorquines
Mi parte favorita de los viajes es probar la gastronomía de la zona pero, sobre todo,
la repostería y los dulces típicos. En el caso de Mallorca, me chiflaron las cocas de patata.
En nuestra visita a Palma también merendamos en Cappuccino, una cadena fantástica de restaurantes/cafeterías donde pudimos probar el gâteau mallorquín (un jugoso bizcocho de almendras), que nos sirvieron acompañado de helado de almendras.
En Valldemossa no podíamos dejar de visitar Ca'n Molinas, donde probamos por primera vez las deliciosas cocas de patata y la horchata de almendra, además de las clásicas ensaimadas mallorquinas.
Y, por supuesto, también hicimos una visita a Ca'n Joan de S'Aigo para probar sus ricos helados caseros. El de
fresas silvestres estaba para morirse de bueno.
9. Visitar la "pop up" Better August en Palma
Cuando organizábamos nuestro viaje a Mallorca fue una agradable sorpresa ver que iban a abrir en Palma una "pop up" durante el verano con algunas de mis marcas favoritas.
Siempre me ha parecido que este tipo de tiendas efímeras tienen un encanto especial precisamente por su brevedad. Pero si además están decoradas con tanto mimo, cuidadas al detalle y repletas de preciosidades vintage como las de Rue Vintage 74, deliciosas velas y jabones como los de Olivia Soaps, exquisiteces gastronómicas como las de Petra Mora u originales diseños como los de Don Fisher (entre muchos otros), ya se convierten en un auténtico lujo.
Y aprovechando que estaba justo al lado, también pudimos visitar Rialto Living, una tienda preciosa de menaje y decoración, que llevaba mucho tiempo con ganas de conocer. Si estuviera en Valencia, sería mi perdición.
10. La
puesta de sol sobre el mar
Para despedir nuestro viaje fuimos al mirador de Sa Foradada, entre Deià y Valldemossa, donde pudimos disfrutar de unas maravillosas vistas de la costa montañosa de la Sierra de Tramuntana y contemplar la
preciosa puesta de sol sobre el mar.
Extra: nuestro primer viaje en familia
No sabíamos muy bien cómo sería viajar con una niña de apenas un año que ya camina, corretea (pero mal), se cae y lo quiere tocar todo allí a donde va. Pero lo cierto es que todo fue mejor de lo que esperábamos. Miranda disfrutó con cada cosa nueva que veía, recorriendo los pueblos que visitábamos y viajando en tren y en avión por primera vez.
Nuestros viajes suelen ser bastante tranquilos, sin demasiadas excursiones ni visitas turísticas, simplemente disfrutamos de los paisajes y comidas de la zona, así que tampoco notamos mucha diferencia al viajar con Miranda. Aunque he de reconocer que todo habría sido más llevadero si a Miranda le gustase ir en la silla de paseo y no caminando o en brazos (menos mal que llevábamos la mochila portabebés).
Si tenéis un niño o niña pequeños y os da miedo viajar con ellos (más allá de una excursión en coche), os recomiendo que os atreváis, porque veréis que luego todo es más sencillo de lo que parece. Ahora, echando la vista atrás, pienso que cualquiera de los últimos viajes que hicimos el Chico Pecoso y yo antes de tener a Miranda podríamos haberlos hecho con ella, como nuestro viaje a Alsacia o a la campiña inglesa. Es cuestión de atreverse.
¡Feliz domingo!