domingo, 29 de marzo de 2015

Vacaciones

¡Hola a todos!

Me paso por aquí un momentito para informaros de que esta semana y la próxima no habrá post. Me voy a tomar unas pequeñas vacaciones en el blog y aprovechar para hacer un montón de cosas que tengo pendientes y preparar otras tantas que se avecinan. También quiero ponerme al día con vuestros e-mails, consultas que me habéis hecho en los comentarios, etc. Así que nos vemos de nuevo después de Pascua.

¡Feliz domingo y felices fiestas!

domingo, 22 de marzo de 2015

Crumble de fresas silvestres

Tenía muchas ganas de que llegara la temporada de fresas para hacer este clásico crumble que, además de rico, es sencillísimo de preparar. Pero en lugar de utilizar fresas normales (o fresones) en su elaboración he querido utilizar mi fruta preferida: fresitas silvestres. Por supuesto, si no las encontráis, podéis usar fresas normales y el crumble estará igualmente delicioso.


Yo he preparado la receta en moldes individuales, pero también la podéis hacer en un único molde grande.

Ingredientes: (para 4 personas)

- 400 gr. de fresas silvestres
- 80 gr. de azúcar
- 1 cucharada de harina de maíz
- 2 cucharaditas de esencia de vainilla
- 75 gr. de harina de trigo
- 50 gr. de mantequilla fría
- 50 gr. de azúcar moreno
- 30 gr. de almendras en láminas
- 30 gr. de avena

Precalentamos el horno a 200º y comenzamos preparando la masa del crumble. Mezclamos la harina con la mantequilla cortada en cubitos pequeños hasta formar una especie de migas gruesas (podemos hacerlo con las manos o con el utensilio que veis en la foto). 

A continuación añadimos el azúcar moreno, la avena y las almendras y lo mezclamos todo bien. La receta clásica del crumble lleva únicamente harina, azúcar y mantequilla, pero la avena y las almendras le dan una textura aún más crujiente. 


Reservamos la masa del crumble en la nevera mientras preparamos las fresas (podemos dejarlo hecho el día anterior si queremos tardar todavía menos). Lavamos y secamos bien las fresas y las mezclamos en un recipiente con el azúcar, la harina de maíz y la vainilla. Repartimos esta mezcla entre los cuatro moldes.


Después los cubrimos con la masa del crumble que habíamos reservado, lo repartimos de manera uniforme y presionamos ligeramente.


Horneamos nuestros crumbles a 200º durante 30 minutos aproximadamente, hasta que veamos que las migas están doradas.

Pasado este tiempo, sacamos los moldes del horno y los dejamos enfriar 10 minutos antes de servir.

Lo ideal en un crumble es tomarlo templado acompañado con un poco de helado o nata montada, pero también podéis dejar que se enfríe del todo si lo preferís.

La superficie crujiente del crumble, hecha con almendras y avena, resulta deliciosa en combinación con el dulce relleno de fresitas silvestres y el ligero aroma de la vainilla.

Como veis es un postre facilísimo y muy rápido de preparar, como todos los que os he enseñado desde que nació Miranda. Y es que ahora el tiempo libre es tan escaso que lo que más agradezco es poder hacer postres sencillos y ricos que no me lleven apenas tiempo.

El crumble es como el sustituto rápido del clásico "pie" y, por supuesto, lo podéis preparar con cualquier otra fruta que os guste (melocotón, arándanos, moras, pera, ruibarbo...). Nosotros en la campiña inglesa probamos el crumble de manzana y, aunque era muy ácido, estaba delicioso.

Aprovechad la temporada de fresas para preparar este rico crumble en cualquiera de vuestras próximas comidas o meriendas primaverales.

Es un postre tan sencillo que resulta casi imposible que salga mal. Os animo a que lo probéis, porque estoy segura de que no vais a dejar ni las migas.

¡Feliz domingo!


domingo, 15 de marzo de 2015

10 consejos para un picnic perfecto

Como ya habréis visto en Instagram, el domingo pasado disfrutamos de un fantástico picnic en el antiguo cauce del río Turia en muy buena compañía: Macarena, Teresa, Pili, Rebeca, Cristina, Teresa, Zoe, Merche y María (podéis ver las preciosas fotos que hizo Macarena del picnic en su blog).

Esto me recordó que hacía tiempo que quería compartir con vosotros algunos consejos básicos que personalmente siempre tengo en cuenta a la hora de hacer un picnic. La mayoría son bastante obvios, pero otros los he aprendido después de unos cuantos picnics (lo habréis visto en los diferentes posts sobre este tema que he ido publicando en el blog):


1. Elige el lugar

La lista de lugares donde podéis hacer picnics es muy larga: campos, parques, lagos, ríos, montañas, playas... Nosotros incluso hicimos uno una vez junto a una preciosa cascada, en el Salto de la Novia. Lo más importante del sitio es que estemos cómodos, que no sea complicado llegar con las cosas del picnic y que las vistas sean bonitas. Mis sitios preferidos son los que tienen agua cerca y mucho verde.

2. Que la hora del día no te limite

No hace falta que todos los picnics sean a la hora de la comida, podemos adaptar el lugar y la comida a la hora que más nos apetezca. Yo disfruté muchísimo del picnic desayuno que hicimos en un parque cercano a nuestra antigua casa. En julio en Valencia hace mucho calor, pero como era temprano, el sol no calentaba demasiado (aunque igualmente nos pusimos a la sombra). Además, a esa hora no había prácticamente nadie en el parque y todo estaba muy tranquilo. 


Otra opción distinta de lo habitual fue el picnic de invierno que hicimos en la Albufera mientras disfrutábamos de la puesta de sol con un chocolate caliente y unas cookies.

3. La importancia del mantel

En nuestros primeros picnic llevábamos únicamente una manta o un mantel donde servir la comida y sentarnos cómodamente. Esto en muchos sitios es suficiente, pero en otros el césped puede estar húmedo y, al cabo del rato, se empieza a calar esa humedad a través del mantel o la manta. Por eso ahora nosotros siempre llevamos un mantel impermeable para poner debajo de la manta que vayamos a utilizar. 

También venden mantas de picnic con una cara impermeable (como la que nos pusieron en el picnic en la campiña inglesa) para evitar estas cosas. Por cierto, un arnés para mantas (podéis ver una foto del mío un poco más abajo) viene fenomenal para transportar cómodamente las mantas o manteles que vayamos a usar en el picnic.

4. Lleva comida fácil de transportar y servir

Obviamente hay que evitar alimentos que deban servirse recién hechos y que haya que comer calientes o muy fríos (a no ser que sean bebidas en un termo), pero también los que sean difíciles de transportar o los que haya que comer con cuchillo y tenedor. Lo mejor son cosas que se puedan comer con la mano o simplemente pinchar con un tenedor. Si queremos llevar algo de carne, lo recomendable es que sea en bocadillo, sandwich o en forma de "nuggets", por ejemplo. También van muy bien las tartas, tanto dulces (tipo "pie") como saladas (tipo quiche), que se puedan comer a temperatura ambiente y sean fáciles de transportar. Y también las ensaladas o incluso las tablas de quesos, ya que éstos se pueden comer fácilmente solos o con un poco de pan. 

Una opción para llevar las ensaladas u otros platos en formato individual es utilizar tarros de cristal, como hicimos nosotros con los yogures con cereales y fruta del desayuno. Para la bebida, las botellas individuales son mejores que los vasos o copas, porque nos ahorramos el problema de servir líquidos y además pueden estar cerradas mientras no estamos bebiendo, lo que evita posibles derrames.

5. Planifica

No es sólo porque yo sea una loca de las listas, es que en este caso es fundamental. Imagina que has recorrido una hora en coche para llegar a esa preciosa cascada y al llegar te das cuenta de que se te han olvidado las bebidas o el mantel. 

Haz una "checklist" con todas las cosas que creas que necesitas para el picnic y comprueba antes de salir que no se te olvida nada. Aquí os podéis descargar una lista para imprimir (en inglés). Si es un picnic en grupo, podéis usar Google Drive para editar un documento entre todos de forma colaborativa y saber qué va a llevar cada uno.

6. Comodidad ante todo

En nuestros primeros picnics pecamos de novatos en este tema, siempre llevábamos muchísimo peso y, si no podíamos aparcar cerca del sitio, nos costaba una barbaridad cargar con todo hasta el lugar del picnic. Yo tengo una cesta de picnic grande muy bonita (para cuatro personas con platos, copas, tazas, cubiertos...), que me regalaron mis amigos hace unos cuantos años, y precisamente es la que menos hemos llevado de picnic (solamente un par de veces) por lo mucho que pesa. 

Lo mejor es que, con vuestra "checklist" delante, seleccionéis sólo lo necesario y lo acopléis para que quepa todo en una única cesta cómoda y manejable.

7. Algunas cosas imprescindibles

Si nunca has hecho un picnic antes, hay cosas en las que no piensas y que ahora a mí me resultan imprescindibles. En esta categoría están las bolsas de basura, para recoger todo una vez finalizado el picnic, servilletas o toallitas de sobra, una tabla de madera para cortar o servir comida y para llenar de forma más estable tazas o vasos, un buen cuchillo (las cucharas y tenedores pueden ser de madera o plástico, pero los cuchillos si queremos que corten, mejor que sean de verdad). Y, aunque en principio vayamos a estar a la sombra, nunca viene mal llevar un sombrero y, por supuesto, protección solar.

8. Si estás de viaje, busca restaurantes con picnics para llevar

Como habéis visto en la lista de posts sobre picnics, prácticamente ninguno de nuestros viajes se libra de un buen picnic. Cuando planificamos los viajes siempre buscamos en el destino en cuestión alguna tienda o restaurante que ofrezca servicio de picnics para llevar a algún parque cercano. 

En Roma, encargamos un picnic en el delicioso restaurante Gina y lo pudimos disfrutar en Villa Borghese, un precioso parque con lago incluido a unos pocos metros del restaurante. Y en la campiña inglesa encontramos Cowley Manor, uno de los sitios más bonitos que he tenido la suerte de visitar, donde nos prepararon un picnic increíble para disfrutar en sus enormes jardines.

9. Si no los encuentras, olvídate de todo lo anterior e improvisa

Tanto en Alsacia como en Nueva York, no encontramos ningún sitio como los que os comentaba en el punto anterior, así que organizamos los picnics nosotros mismos con muy pocas cosas. En Alsacia fuimos al mercado de Colmar, compramos algo de comida típica de la zona, copas de plástico y un par de cuchillos y nos fuimos a un precioso parque a disfrutar del picnic. 

En Nueva York fue todavía más improvisado, simplemente fuimos a Dean & Deluca, compramos la comida y bebida que quisimos y utilizamos sus bolsas gigantes de improvisado mantel (y asiento) sobre el césped de Central Park.

10. Disfruta de la compañía

Da igual que nuestro picnic esté perfectamente organizado o que sea totalmente improvisado, lo más importante de todo es disfrutar de ese rato en buena compañía. Y si encima la comida es deliciosa y las vistas son preciosas, un sencillo picnic se convierte en un plan diez.



Espero que estos pequeños consejos os ayuden a planificar vuestros picnics con facilidad y a no olvidar ningún detalle importante, pero si aún así se os olvida, recordad que podéis disfrutar de un picnic con muy poco y en cualquier parte.

¡Feliz domingo!

P.D.: En mi Pinterest podéis encontrar dos tableros sobre picnics: uno con todos los picnics que he publicado en el blog y otro con inspiración para los próximos.


domingo, 8 de marzo de 2015

DIY: Cake stand con platos y tazas

Hoy os traigo un post "do it yourself" que hemos hecho esta semana y que me tiene enamorada. ¡No paro de mirarlo de lo bonito que es! Se trata de un cake stand estilo "Alicia en el País de las Maravillas" (ya os he comentado alguna vez lo mucho que me gusta ese libro), que hemos hecho el Chico Pecoso y yo a partir de varios platos y una taza.

Es un DIY que llevábamos pensando algún tiempo, desde que descubrí estos cake stands tan bonitos (pero tan caros), que llevan años en mi "wish list". Hemos tardado en animarnos a hacerlo por miedo a romper los platos con el taladro y porque no sabíamos cómo solucionar el tema de la taza (que para mí era imprescindible), pero a continuación os explico todo paso a paso.

Lo primero que hicimos fue elegir los platos que iba a llevar el cake stand y para eso recurrí a la preciosa tienda My Home Style y compré varios platos de la marca Greengate con diferentes estampados y tamaños (25 cm, 20,5 cm y 15 cm) pero con colores similares. También podéis utilizar platos desparejados que tengáis en casa o platos antiguos comprados en el rastro, por ejemplo. Yo compré la taza en Amazon UK porque buscaba un estilo muy concreto, pero en Zara Home también tienen tazas preciosas que os pueden servir. Las varillas para el cake stand son muy baratas, yo compré un pack de tres en Amazon España por 8 euros. El resto de cosas que necesitáis para el DIY las podéis conseguir fácilmente en cualquier ferretería, como la broca para cerámica de 6 mm.

Antes de arriesgarnos a taladrar uno de los bonitos platos de Greengate, hicimos la prueba con uno de Ikea y quedó fenomenal. Para absorber las vibraciones del taladro colocamos un bloque de plastilina debajo del plato, sobre una tabla de madera. También cubrimos la parte superior del plato con washi tape para repartir la tensión y evitar desconchones, y dibujamos el centro con un compás.

A la hora de empezar a taladrar es conveniente hacer la primera muesca con un clavo y un martillo para que la broca no se mueva. 


Además, es necesario quitar el percutor y añadir de vez en cuando agua sobre el plato para evitar que la broca se caliente demasiado. Hay que tener cuidado de no tocar el taladro con las manos mojadas y llevar gafas como protección mientras taladramos, por las esquirlas que puedan saltar.

Se tarda bastante en hacer cada agujero (a nosotros nos costó unos 10 minutos por cada plato), así que tened paciencia. Esa es la única complicación del DIY, el resto es simple montaje.

Si queréis un cake stand únicamente de platos, os servirá con los utensilios que vienen con las varillas: varios discos de goma y un tornillo. Pero si queréis añadir una taza, como nosotros, tenéis que solucionar el problema del grosor de la taza + platito.

Para eso, al Chico Pecoso se le ocurrió una idea tan sencilla como genial: darle la vuelta a las varillas para poder incluir en esa parte una varilla roscada del tamaño necesario (la podéis encontrar en cualquier ferretería y os la cortan al tamaño que queráis), en nuestro caso de 6 mm de grosor y 40 mm de largo. Lo único que hay que cambiar es el tornillo final por una tuerca fina que quedará debajo del plato grande y no se notará si vuestro plato tiene hueco debajo, como suele ser habitual.

Lo bueno de este cake stand es que podéis desmontarlo para guardar y además montarlo del tamaño y pisos que queráis para cada ocasión: con taza, sin taza, con dos pisos grandes, con dos pisos pequeños, con tres pisos, con cuatro...

Y si en vez de tres platos, agujereáis más de distintos colores, podéis ir combinando vuestro cake stand de acuerdo a la decoración que queráis poner.

No le tengáis miedo a este DIY, porque es mucho más fácil de lo que parece. Y os aseguro que vuestros tés y meriendas lucirán aún más bonitos con este cake stand hecho por vosotros. 

Nosotros celebramos un delicioso "no cumpleaños" para estrenarlo.

¡Feliz domingo!


domingo, 1 de marzo de 2015

Trufas de chocolate

En mi familia somos todos muy aficionados al chocolate, especialmente mi padre. Y de todos los dulces que se pueden elaborar con chocolate, yo creo que las trufas son su debilidad. Por eso, cuando vi lo sencillas que eran de preparar, decidí sorprenderle con una cajita de trufas de chocolate caseras, que no tienen nada que envidiar a las de Godiva (bueno, sí, pero poco).

La receta la saqué de esta página donde tienen una aplicación genial en la que eliges los sabores que quieres utilizar para tus trufas y te sale la receta personalizada. Yo quería hacer unas trufas clásicas de chocolate negro, así que en la parte de ingredientes adicionales simplemente escogí la vainilla y la sal (me gusta cómo potencian el sabor del chocolate), pero podéis añadirle licores o lo que os apetezca.

Ingredientes: (para unas 50 trufas)

- 340 gr. de chocolate negro
- 240 ml. de nata para montar
- 1 vaina de vainilla
- 1/4 de cucharadita de sal
- 2 cucharadas de mantequilla sin sal a temperatura ambiente

Para las coberturas:

- 100 gr. de chocolate negro
- Cacao en polvo
- Azúcar glas
- Coco rallado
- Almendra crocanti
- Pistachos picados

Ponemos la nata en un cazo a fuego medio. Abrimos la vaina de vainilla por la mitad, sacamos las semillas y lo echamos todo (semillas y vaina) dentro de la nata. Removemos de vez en cuando hasta llevarlo a ebullición, después retiramos el cazo del fuego, lo cubrimos y lo dejamos infusionar una hora aproximadamente.

Picamos el chocolate muy fino (podemos utilizar un triturador eléctrico si nos resulta más cómodo). Volvemos a poner la nata a fuego medio y cuando esté caliente, lo apagamos e incorporamos el chocolate picado y la sal. Removemos hasta formar una mezcla cremosa y, a continuación, añadimos la mantequilla y mezclamos bien hasta que se haya incorporado del todo.

Colocamos la mezcla en un recipiente tapado con papel film (en contacto con el chocolate) y refrigeramos durante dos o tres horas.

Pasado este tiempo, sacamos la crema de chocolate de la nevera y, con la ayuda de una o dos cucharas, formamos bolitas con la masa y las ponemos en una bandeja cubierta con papel vegetal.

Yo no conseguí que con las cucharas quedaran esféricas, así que fui sacando la mezcla con una cuchara pero formé las trufas con las manos. Es muy sencillo, aunque te embadurnas bastante de chocolate, y hay que hacerlo rápido para que no se deshagan.

Una vez hemos formado todas las trufas, las refrigeramos durante al menos 20 minutos antes de añadir las coberturas.

Luego las sacamos y las cubrimos con los ingredientes que hayamos escogido. Con algunos de ellos no es necesario usar chocolate fundido (como el cacao, el azúcar glas o el coco). Simplemente cogemos la trufa entre nuestras manos para atemperarla un poco y la hacemos rodar por la cobertura elegida.

Para el resto de ingredientes (pistachos, almendra crocanti y fideos de chocolate), sí os aconsejo bañar primero la trufa en chocolate fundido para que la cobertura se adhiera mejor. Ponemos un poco de chocolate fundido en la palma de la mano, hacemos rodar la trufa hasta cubrirla por completo y luego la pasamos al bol con la cobertura que queramos. Una vez cubiertas, dejamos las trufas en una bandeja con papel vegetal hasta que el chocolate se haya endurecido por completo.

Esto lo podéis hacer con todas las trufas, independientemente de la cobertura elegida, si queréis que tengan una fina capa de chocolate crujiente cubriendo su interior más tierno.

Yo dejé tres tipos de trufas blanditas (cacao, azúcar glas y coco) y otras tres crujientes (virutas de chocolate, pistachos y almendra crocanti).

Estas trufas son sencillísimas de preparar, como habéis visto, y están deliciosas. Tienen un intenso sabor a chocolate y una textura fundente y cremosa.

Mis favoritas son las de cacao, clásicas y con un toque amargo. También las de almendra crocanti, dulces y crujientes. Cada cobertura les da un toque distinto a las trufas, pero están todas riquísimas. El coco les aporta suavidad; los pistachos, contraste, al ser más salados; y el azúcar y los fideos de chocolate, más dulzura. Un surtido para todos los gustos.


Podéis meterlas en cajitas para regalar, usando cápsulas de papel pequeñas y un poco de papel de seda. Además, ahora que está cerca el Día del Padre, puede ser un regalo casero perfecto para todos esos padres golosos y amantes del chocolate, como el mío.

O para degustar en casa acompañadas de un café o té entre amigas. Aunque, como salen tantas trufas de una sola vez, podéis hacer las dos cosas.


Yo la próxima vez seguro que me animo a prepararlas con algún licor o sabor distinto. ¡Que las disfrutéis!

¡Feliz domingo!